Hoy hablé, por casualidad, con una chica de unos 15 años. Ella trabaja fregando los pisos de la casa del vecino.
Le pregunté la razón de ejercer tan pesada labor, imaginé que los problemas económicos han provocado un hueco al bolsillo de su familia, y que podría ser su historia muy igual a la de muchas chicas de escasos recursos. Quizá a la mía, a la de otras.
Ella me habló de sus aburridos días. Me contó que no está estudiando. Que le es difícil cumplir con ambos deberes, el hogareño y el escolar. Que su madre dice lo primero es la casa, pues sin arroz no se vive y que sus hijos tienen la obligación de mantenerla.
Confieso que la historia no me sorprendió. Este es el dilema de muchas familias en República Dominicana. Usualmente, las personas de escasos recursos desean tener muchos hijos bajo la esperanza de que los mismos, en el futuro, les mantengan.
Esta idea surge de la creencia absurda de que los hijos les pertenecen o de que la pobreza acabará con que los mismos se maten trabajando desde muy pequeños para hacerse cargo de los gastos económicos de sus padres. Típico, alguien cría a otra persona como si fuese una «cosa» o un negocio lucrativo del cual beneficiarse.
Lo triste es que hoy día, con tanto acceso a la información y mejoras en otros servicios, muchos ven este círculo como normal y correcto. Muchas personas o familias ignoran el mal que tales costumbres podrían causar, en sus hijos y familias.
Yo pienso que si hay algo que los padres y las familias necesitan enseñar o poner en práctica, es la libertad y el compromiso. Y es que madres y padres necesitan hacer empatía con los sueños de sus hijos e invitarles a volar, a crear por ellos mismos, a ser honestos, firmes, decididos, constantes, apasionados, comprometidos.
Los padres nunca deben aprisionar a sus hijos, ni hacerles parte del sistema, ni sumarles responsabilidades que no son suyas, ni decirles que no pueden, ni exigirles manutención económica o cuidados.
Con esto no digo que un hijo no tenga compromisos hacia con sus familiares. Sólo expreso la realidad vivida y la huella, que pienso, puede dejar en el alma de hijos cuyos padres muestran tal comportamiento. Y es que este círculo económico genera que padres e hijos continúen envueltos en la pobreza mental y económica, ya que los padres no lograron sus sueños ni tampoco dejaron que los hijos concreticen los suyos. Esto genera pobreza sobre pobreza.
Si padres promedio de República Dominicana entendieran la necesidad de invitar a sus hijos a emprender, soñar y hacer suceder sus metas; si comprendieran la importancia de pensar con visión y de no ver en sus hijos una forma de beneficio económico para si mismos, sino un ente capaz de transformar y crear grandes tesoros, el mundo sería mejor.
Feliz miercoles. Me gusta lo que escribes y leerte.
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Igual para ti. Lindo miércoles. Gracias. A mi me encanta que gente como tú pueda leerme. Abrazos.
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Una pena más derivada de los esquemas culturales y sociales. Buena entrada. Gracias por compartirla. Un abrazo
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Así es. Esperemos que el tiempo y la forma de educar nos ayude a mejorar eso. Gracias a ti por leerla. Abrazos.
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Abrazos
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Creo que es una carácterística que tiene la transición de la vida rural, basada en la agricultura a la sociedad urbana, que trata a la descendencia como mano de obra sin remuneración. Como bien dices tapa la pobreza con más pobreza de la siguiente generación. Un abrazo
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Así es. Creen que lo resuelven, pero sólo lo aumentan. Abrazos 🙂
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Y que pena que no se limite a un sólo país, es una realidad que atraviesa todo el mundo.
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Si. Sin embargo, confio en que con esfuerzo y acciones transformadoras, eso puede cambiar. Abrazos.
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Va a cambiar, eso es seguro… si no nos destruimos antes en el proceso. por que el problema es cuanto va a demorar en cambiar.
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